martes, 16 de septiembre de 2008

A RASTRAS

Auto de Fe (Pedro Berruguete)

Ha rondado estos días por los medios el tufo hediondo de los autos de fe. La parafernalia inútil de la Santa Inquisición Española. Y todo por un quitame ahí esas vieras.
Reconozcamoslo; en esta piel de toro de sensibilidades diversas, disfrutamos todos en conjunto despellejando al vecino o al hermano si se tercia, y si de paso le tocamos los coj.. pinreles a la economía productiva honrada, pues mejor, que hay que ayudar a la crisis.
He buceado en blogs y en prensa, he visto televisión y me he dado cuenta de que en este santo país; el Caso (Periódico de sucesos) no ha desaparecido, sino que se ha diluido en lo que la mayoría considera prensa seria, porque en los tan vilipendiados blogs, salvo alguno que aprovecha la torna para darle a Toñi, lo suyo y lo del pulpo, las consideraciones no se encabronan tanto.
Yo, con toda la que está cayendo, también aporto mi humilde opinión: No voy a entrar a valorar a los señores restauradores que están imputados, ya que es el sr juez, y no la chusma en la plaza del pueblo, quien decida si hay delito o no lo hay.
Pero si quisiera recordarles a los políticos que nos alumbran, que hay un daño colateral en el que tienen una clara responsabilidad, no porque sea culpa de ellos que cuatro mal nacidos jueguen con la salud de muchos por henchirse los bolsillos. Sino porque una vez suelta la liebre hay que dar confianza al consumidor. Por ejemplo mandando inspectores de sanidad a los restaurantes imputados, uno porque si un juez imputa es porque tiene base argumental sólida para sospechar de la comisión de un delito, y por tanto para descartar que en eses restaurantes y empresas se haya comercializado algún otro producto sin los debidos controles. Yo no he oído que se haya dado orden alguna en este sentido. A mi me tranquilizaría saber que estos restaurantes han pasado una inspección a raíz de esta noticia, y a los que vienen por degustar nuestra gastronomía más. Así, de paso, muchos gilipollas, que se dedican ahora a poner en duda la calidad de nuestro marisco y nuestras aguas, no tendrían más remedio que escribir sobre el hecho misterioso de no haber conocido padre y tener que vivir a rastras escribiendo de lo que apenas se informan.