jueves, 14 de julio de 2011

Hoy me he puesto el delantal de los domingos y, aprovechando que estoy de rodriguez, me he plantado delante de un pollo al ajillo con un arroz blanco. Llámame simple, pero el gusto que impregna el ajo al aceite, el tostado y crugiente de la piel del pollo cortado en trocitos pequeños, los dientes dorados sin pelar que se derraman en su conjunto sobre el arroz y lo perfuman suavemente, me resultan irresistibles.Lo confieso, soy un amante del ajo. Me gustaba hasta trenzarlos con mis abuelos en la aldea, para luego desprenderlos cabeza a cabeza, en una decapitacion gloriosa en los meses siguientes...Pero el caso es, que mientras disfrutaba de uno de mis platillos preferidos, me ha venido a la cabeza una charla que tuve hace mucho tiempo con una amiga italiana. Me contaba mi amiga, del norte de Italia para mas senas, lo que le repateaba el ajo en las comidas y la manía que le daba que en España abusásemos de el al igual que en algunas zonas de Italia, lo curioso fue que algunos colegas de la empresa (multinacional) originarios de países nórdicos manifestaban su misma opinión....Era yo solo contra los GUIRIS y defendi al ajo con cabeza y dientes...pero no gane. Fui pasional, les acuse de sectarios e ignorantes, a mi amiga de pija milanesa y prometí volver al día siguiente con un plato con ajo. Eche mano de mi abuela y le pedí que me preparase un platillo de pollo al ajillo de los suyos. Lo probaron, algunos bajo coacción y amenazas. Resultado: a la mitad les gusto.Pero lo mas curioso es que a alguno de los que no les gusto (por el ajo) ponían la escusa de que a los que les había gustado era porque mi abuela cocinaba como los ángeles y porque el pollo era de granja y eso hacia que el ajo se notase menos. Yo sigo pensando que era porque no conocían ni querían a nuestro ajo.En fin, es curioso como un sabor y un olor nos activan los recuerdos y nos llevan a momentos que pasaron hace mas de una década. Quizás sea que mi pollo al ajillo se parece poco a poco al de mi abuela......ojala.