Se ve a la legua que es un criminal. Un tipo de hechuras mafiosas que sembró el terror. Robaba, asaltaba, atemorizaba a la población en una época en la que el miedo era moneda de cambio común.
Se llamaba Jose Castro. Quizás alguien, en la intimidad o en su mas tierna juventud, le llamó Pepiño. Pero todos le conocian por el Piloto, a causa de un tiempo lejano en el que sirvió en aviación; lo más cerca que estuvo de un avión fue su trabajo en pista; pero como por mi tierra somos muy de retranca: Pues Piloto.
Los que le conocieron tienen opiniones divididas: Para unos, un guerrillero, muerto a traición en una emboscada a los pies del embalse de Belesar, (Inaugurado por su enemigo unos meses antes). Para otros una especie de Robín a la gallega que le tocaba los cojones a los afectos al régimen. Para el poder, un rojo cabrón, al que eliminar en una época de ajustes de cuentas.
Fue fruto de un tiempo. Pero fue, a la gallega, un tipo entrado en carnes. Un preso de conciencia de la utopía que nos embarga de vez en cuando a los gallegos. Pobres pero soñadores. Anclados en el férreo conservadurismo, o en la izquierda más combativa. Para que luego digan que no se sabe si un gallego sube o baja en una escalera. Quizás no se sepa si sube o baja, pero si se sabrá a ciencia cierta si es de derechas o de izquierda....pero no de centro casi nunca de centro.
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