martes, 24 de junio de 2008

SAN JUAN

Estamos en San Juan, acabamos de cruzar la puerta del verano, aquella que los antiguos griegos denominaban de los hombres. Se ha celebrado una vez más la tradición del fuego.
"Esto es tradición", decía ayer por la noche un señor, un pelín pasado de tradicional vino u orujo. "Sempre se comeron sardiñas e sempre se saltaron os lumes". Yo que soy un pelin esceptico por naturaleza lo puse en duda y casi me comen. Y hoy leo en el post del Gourmet , una referencia a Colineta, que las sardinas se comen desde los años setenta. Claro que el interfecto y coadyudantes no me hubiesen creído. Pero por desquitarme ahí va lo poquito que se de esto.
Ni que decir tiene que esta fiesta del solsticio es muy anterior a la religión católica .
E incluso, dentro de las distintas prácticas religiosas, no se ha celebrado en la misma fecha. Uno de los antecedentes que se puede buscar a esta festividad es la celebración celta del Belenos. Durante el Beltaine se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas. Después los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.
Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a la hierbas recogidas en aquellos días. A través del fuego se hacen pasar entonces los objetos y utensilios más importantes del hogar.
Los beréberes las encienden en patios, caminos, campos y encrucijadas y queman plantas aromáticas. Prácticamente ahuman todo, incluso los huertos y las mieses. Saltan siete veces sobre las brasas, pasean las ramas encendidas por el interior de las casas y hasta las acercan a los enfermos para purificar e inmunizar el entorno de todos los males.Lo cierto es que esta costumbre beréber de celebrar el solsticio es preislámica porque se basa en el calendario solar, mientras que el musulmán es lunar.
El cristianismo reciclador de viejos cultos paganos se apropio a posteriori de la celebración dandole el protagonismo a San Juan, ¿como? Pees quizás como en Palencia, gracias a un rey y a al habilidad de la Iglesia:
En Baños de Cerrato (a unos cuantos kilómetros de Palencia) en época romana existían unas fuentes o baños consagradas a las ninfas (hasta el punto de encontrarse un altar dedicado a ellas) cuyas aguas tenían propiedades curativas. El rey godo Recesvinto (siglo VII), llegó hasta aquí y gracias a sus aguas se curó de una enfermedad. Como por entonces ya se había convertido al cristianismo, mandó erigir un templo en acción de gracias y se buscó como patrono a un santo que tuviera algo que ver con las aguas, y todas las papeletas las tenía San Juan Bautista. Este es el origen da la famosa basílica visigótica de San Juan de Baños, en cuyo recinto se celebra la "misa en rito hispano-visigótico-mozárabe", el domingo más cercano a San Juan, declarada de interés turístico.
Así que tradicionales si son las celebraciones del solsticio, pero seguro que algo ha cambiado. Esto me ha hecho recordar un post de Gourmet sobre un articulo del Sr De Prada. Los tradicionalistas, defensores de lo tradicional y las esencias, tienen, por lo general, la misma memoria y conocimiento de las tradiciones que el sr ebrio de anoche. Solo recuerdan lugares comunes. Pero al tiempo, lo que para ellos hoy, es funesta invención de cuatro majaderos que pretenden tomarles el pelo, sera mañana tradición inamovible que no conviene renovar.
Sostengo, pese a lo que ello significa, que estos amigos defensores de lo tradicional, lo único que les pasa es que su desentrenado cerebro y su excelso ego les impiden tan siquiera asomarse a lo nuevo, no ya para lanzarse como creyentes conversos en brazos de la nueva fe. Sino tan solo para testar algo nuevo o innovador y después apoyándose en lo que cada uno lleve en su mochila, conocimiento, tradiciones, creencias o simplemente curiosidades, decidan si les gusta o no, pero que no por ello lo anatematicen. Confieso que a mi me seducen más los cocidos tradicionales que la alta cocina. Pero, de vez en cuando conviene echar una canita gastronómica al aire y descubrir que esa alta cocina, a menudo cuando no casi siempre se basa en ese viejo cocido que tanto me gusta.

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